sábado, 16 de marzo de 2013

Bentham y la poesía



En el escrito de John Stuart Mill (1806 - 1873) sobre Bentham publicado seis años después de la muerte del jurista inglés (1838), en la London and Westminster Review, (Ahora en una edición de Tecnos de 1993 aquí), Stuart Mill nos cuenta la aversión de Jeremías Bentham por las poesía. Dice el alumno de Bentham que su maestro no veía con buenos ojos los placeres relacionados con la imaginación y las bellas artes, aunque apreciaba la música, especialmente a Haydn. También consideraba que eran buenas artes la pintura, la escultura y las otras artes visuales que pueden llegar a ser empleadas con fines sociales importantes como la educación moral. Sin embargo, con relación a la poesía Bentham consideraba que cuando se usaban las palabras para la poesía, se pervertía la función propia de éstas que son la de emplearlas para buscar la estricta verdad lógica de las cosas (Stuart Mill, Bentham, p.88).

En en el libro III, Capítulo I de su obra "Rationale Reward" (la lógica de las recompensas) Bentham considera lo siguiente: "El poeta siempre tiene necesidad de algo falso (...) los ornamentos de su superestructura son ficciones, su negocio consiste en la estimulación de nuestras pasiones y nuestros prejuicios emocionantes. La verdad, la exactitud de todas clases es fatal para la poesía. El poeta tiene que ver todo por medio de colores, y se esfuerzan por hacer que todos los demás hagan lo mismo. Es cierto, ha habido espíritus nobles, a los que la poesía y la filosofía
les adeuda, pero estas excepciones no contrarrestan los males que han resultado de este arte de magia" (Ver aquí el original en inglés). 

En esta misma obra compara la poesía con el juego para niños, y grandes del push - pin  - ver pintura arriba y definición aquí- , en donde todos pueden llegar a jugarlo y divertirse con él. En cambio la poesía solo la disfrutan unos pocos, pero del mismo modo que el juego del push - pin se trata de una mera ilusión que en nada se corresponde con la realidad. A Bentham se le atribuye el aforismo de que "Toda poesía es una desfiguración" y pensaba según afirma Stuart Mill que la poesía era esencialmente una exageración efectivista en que se proclamaba enfáticamente un aspecto de una cosa y se suprimía todas las limitaciones y restricciones de la misma (p. 88). 

Stuart Mill dice que Bentham supuso que es en la poesía en donde las proposiciones no pueden ser verdaderas con exactitud y no pueden contener en sí mismas todas las condiciones y requisitos con que es preciso tomarlas cuando son aplicadas en la práctica. Explica que su maestro creía que toda escritura dirigida a los sentimientos tiene como natural tendencia la exageración y por esta razón pretende que su escritura sea del todo racional sin dar lugar a ningún adjetivo demás. 

Sin embargo, el mismo Stuart Mill afirma que la obsesión de Bentham por pretender la precisión del lenguaje, lleva a que sus últimos escritos, los que no fueron editados por Dumont, se vuelvan difíciles de leer por su estilo intrincado y enrevesado de su prosa, circunstancia que no se daba en los escritos de sus primeros años en donde se observaba un estilo ágil, entretenido y popular. Considera además que Bentham en la parte final de sus escritos utilizó estructuras sintácticas latinas o alemanas, extrañas al genio de la lengua inglesa y que todas las precisiones que quería hacer las ponía entre paréntesis en medio de la frase, y de este modo, se hacían ininteligibles. Sobre este punto explica que al realizar dichos paréntesis se suspendían con tan largas interrupciones el sentido de la frase en cuestión, y hacía que el lector se perdiera en las ideas accesorias y que no se entendiera en definitiva la idea principal.

Irónicamente concluye Stuart Mill sobre Bentham y la poesía que, "Consideramos éste como una reductio ad absurdum de las objeciones [de Bentham] en contra de la poesía. Al intentar escribir de un modo que estuviera a salvo de esas mismas objeciones, no pudo evitar caer en un estilo extremadamente ilegible. Y, después de todo, no consiguió lograr más exactitud de la que es compatible con opiniones tan imperfectas y unilaterales como la de cualquier poeta o autor sentimental pronunciadas a media voz. Júzguese en qué estado se encontrarían la literatura y la filosofía, y qué posibilidad tendrían de influir en las multitudes, si le permitiésemos [a Bentham] su objeción y prohibiésemos todos los estilos de escribir que no pudiesen superar su prueba" (p. 90). 

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